viernes, 19 de junio de 2009

Edad Antigua

La Edad Antigua es la época histórica que coincide con el surgimiento y desarrollo de las primeras civilizaciones o civilizaciones antiguas.
El concepto más tradicional de Historia Antigua presta atención al descubrimiento de la
escritura, que convencionalmente la historiografía ha considerado el hito que permite marcar el final de la Prehistoria y el comienzo de la Historia, dada la primacía que otorga a las fuentes escritas frente a la cultura material, que estudia con su propio método la Arqueología. Otras orientaciones procuran atender al sistema social o el nivel técnico. Recientemente, los estuidos de genética de poblaciones basados en distintas técnicas de análisis comparativo de ADN y los estudios de antropología lingüística están llegando a reconstruir de un modo cada vez más preciso las migraciones antiguas y su herencia en las poblaciones actuales.[1]
Sea cual fuere el criterio empleado, coincide que en tiempo y lugar unos y otros procesos cristalizaron en el inicio de la vida urbana (ciudades muy superiores en tamaño y diferentes en función a las aldeas neolíticas), la aparición del poder político (palacios, reyes), de las religiones organizadas (templos, sacerdotes), una compleja estratificación social, esfuerzos colectivos de gran envergadura que exigen prestaciones de trabajo obligatorio e impuestos, y el comercio de larga distancia (todo lo que se ha venido en llamar Revolución urbana);[2] nivel de desarrollo social que por primera vez se alcanzó en la Sumeria del IV milenio a. C., espacio propicio para la constitución de las primeras ciudades-estado competitivas a partir del sustrato neolítico que llevaba ya cuatro milenios desarrollándose en el Creciente fértil.[3] A partir de ellas, y de sucesivos contactos (tanto pacíficos como invasiones) de pueblos vecinos (culturas sedentario-agrícolas o nómada-ganaderas que se nombran tradicionalmente con términos de validez cuestionada, más propios de familias lingüísticas que de razas humanas: semitas, camitas, indoeuropeos, etc.), se fueron conformando los primeros estados de gran extensión territorial, hasta alcanzar el tamaño de imperios multinacionales.
Procesos similares tuvieron lugar en diversos momentos según el área geográfica (sucesivamente
Mesopotamia, el valle del Nilo, el subcontinente indio, China, la cuenca del Mediterráneo, la América precolombina y el resto de Europa, Asia y África); en algunas zonas especialmente aisladas, algunos pueblos cazadores-recolectores actuales aún no habrían abandonado la prehistoria mientras que otros entraron violentamente en la edad moderna o contemporánea de la mano de las colonizaciones del siglo XVI al XIX.
Los pueblos cronológicamente contemporáneos a la Historia escrita del
Mediterráneo Oriental pueden ser objeto de la Protohistoria, pues las fuentes escritas por romanos, griegos, fenicios, hebreos o egipcios, además de las fuentes arqueológicas, permiten hacerlo.
La
Antigüedad clásica se localiza en el momento de plenitud de la civilización grecorromana (siglo V a. C. al siglo II d. C.) o en sentido amplio, en toda su duración (siglo VIII a. C. al siglo V d. C.). Se caracterizó por la definición de innovadores conceptos sociopolíticos: los de ciudadanía y de libertad personal, no para todos, sino para una minoría sostenida por el trabajo esclavo; a diferencia de los imperios fluviales del Antiguo Egipto, Babilonia, India o China, para los que se definió el impreciso categoría de modo de producción asiático, caracterizados por la existencia de un poder omnímodo en la cúspide del imperio y el pago de tributos por las comunidades campesinas sujetas a él, pero de condición social libre (pues aunque exista la esclavitud, no representa la fuerza de trabajo principal).[4]
El final de la Edad Antigua en la civilización occidental coincide con la caída del Imperio Romano de Occidente (año 476 -el Imperio Romano de Oriente sobrevivió toda la Edad Media hasta 1453 como Imperio Bizantino-), aunque tal discontinuidad no se observa en otras civilizaciones. Por tanto, las divisiones posteriores (Edad Media y Edad Moderna) pueden considerarse válidos sólo para aquélla; mientras que la mayor parte de Asia y África, y con mucha más claridad América, son objeto en su historia de una periodización propia.
Algunos autores culturalistas hacen llegar la
Antigüedad tardía europea hasta los siglos VI y VII, mientras que, la escuela "mutacionista" francesa la extiende hasta algún momento entre los siglos IX y XI. Distintas interpretaciones de la historia ponen el acento en cuestiones económicas (transición del modo de producción esclavista al modo de producción feudal -desde la crisis del siglo III-); políticas (desaparición del Imperio e instalación de los reinos germánicos -desde el siglo V-); o ideológicas, religiosas (sustitución del paganismo politeísta por los monoteísmos teocéntricos: cristianismo -siglo IV- y posteriormente del Islam -siglo VII-), filosóficas (filosofía antigua por la medieval) y artísticas (evolución desde el arte antiguo -clásico- hacia el arte medieval -paleocristiano y prerrománico-).[5]
Las civilizaciones de la Antigüedad son agrupadas geográficamente por la historiografía y la arqueología en zonas en que distintos pueblos y culturas estuvieron especialmente vinculados entre sí; aunque las áreas de influencia de cada una de ellas llegaron en muchas ocasiones a interpenetrarse e ir mucho más lejos, formando imperios de dimensiones multicontinentales (el Imperio Persa, el de Alejandro Magno y el Imperio Romano), talasocracias (gobierno de los mares) o rutas comerciales y de intercambio de productos e ideas a larga distancia; aunque siempre limitadas por el relativo aislamiento entre ellas (obstáculos de los desiertos y océanos), que llega a ser radical en algunos casos (entre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo). La navegación antigua, especialmente la naturaleza y extensión de las expediciones que necesariamente tuvieron que realizar las culturas primitivas de Polinesia (al menos hasta la Isla de Pascua), es un asunto aún polémico. En algunas ocasiones se ha recurrido a la arqueología experimental para probar la posibilidad de contactos con América desde el Pacífico. Otros conceptos de aplicación discutida son la prioridad del difusionismo o del desarrollo endógeno para determinados fenómenos culturales (agricultura, metalurgia, escritura, alfabeto, moneda, etc.) y la aplicación del evolucionismo en contextos arqueológicos y antropológicos

Grecia Antigua [editar]

El Partenón, Atenas, siglo V a. C.. Es el edificio más representativo de la cultura helena, su construcción fue ordenada por el político griego Pericles, costó aproximadamente treinta millones de dracmas, lo equivalente a una cifra de dinero enorme, aún para los estándares modernos; cortados sus bloques con una presición extraordinaria, montados unos sobre el otro con grúas y amarradas las piedras, unas junto a la otra, por varillas de hierro y grampas -razón por la cual, variados edificios de la época clásica, siguen en pie-, perfecto a la vista lejana (sus arquitectos Ictino y Calícrates emplearon una ilusión óptica que lo hace parecer de tal manera, diseñando las columnas de los extremos más voluminosas que las del intermedio y agregando dos más, entre otros recursos de la perspectiva); decorado, alguna vez, por un friso exterior de 160 m², atibarrado de esculturas fascinantes, cellas cerradas por puertas de bronce, una estatua de la diosa Atenea, en su interior, de 10 m de altura (...) Su longitud es de 69,5 m de largo, 31 de ancho y su altura actual de 10,93.
Artículo principal:
Antigua Grecia
Hélade es el concepto geográfico y cultural que abarcaba en la Antigüedad clásica el territorio habitado por los griegos o helenos, más amplio que la actual Grecia, y que comprendería el territorio continental europeo que va desde el Peloponeso al sur hasta una difusa separación con Macedonia, Tracia y Epiro al norte; además de las islas del mar Egeo y del Mar Jónico y la costa occidental de la actual Turquía (Jonia) hasta el Helesponto. También se asimilaban al concepto de Helade las colonias griegas establecidas por todo el Mediterráneo; y también podían entenderse próximos a él los extensos territorios de las monarquías helenísticas de Egipto y el Próximo Oriente, que en mayor o menor medida habían sido helenizados.

El Imperio Romano tuvo un impacto muy superior a su propia extensión espacial (casi 6 millones de kilometros cuadrados, ya de por sí una de las mayores entre los imperios de todos los tiempos)[6] y a su duración temporal (del 27 a. C. al 476 en Occidente y al 1453 en Oriente); por ser la institución política y la formación económico social decisiva para la conformación de la civilización occidental, que en buena medida puede considerarse una pervivencia suya. A través de ella pervivieron sus conceptos jurídicos e institucionales (derecho romano, municipio romano, provincia romana, senado romano...), artísticos y culturales (arte y cultura clásica, urbanismo romano, vía romana, teatro romano, termas, acueductos...) y el propio idioma (el latín). La romanización fue un proceso que tuvo mucho de sincrético, puesto que incorporaba rasgos culturales de los pueblos conquistados. Muy especialmente se identificó con la civilización griega, a la que Roma reconocía como superior a la suya propia, excepto en cuestiones políticas y militares (Ex Oriente Lux, Ex Occidente Dux).[7] En su periodo final, la aportación judeocristiana fue decisiva.

Extremo Oriente Antiguo [editar]

Inscripción antigua en caracteres chinos sobre caparazón de tortuga.
El aislamiento geográfico de esta zona está marcado por las más altas cordilleras del mundo: el
Himalaya, el Altai, el Hindu Kush, el Tian Shan, el Pamir y el Karakorum; y algunos de los más extensos y secos desiertos: el Taklamakán y el Gobi. Incluso las comunicaciones marítimas entre India y China son dificultosas (exposición a los monzones, prolongada navegación por la interposición de la península de Indochina y la peninsula de Malaca que obliga a cruzar por zonas como el estrecho de la Sonda o el estrecho de Malaca). Aun así, existieron contactos, como testimonia la la continuidad de rutas comerciales y la difusión de tecnologías, alfabetos y religiones (el hinduísmo al Sureste asiático y el budismo a Tibet, China y Japón). No obstante, la dificultad de ese contacto se percibía como resultado de un viaje de dimensiones míticas (Viaje a Occidente).
África Subsahariana Antigua [editar]

Jinete de terracota. Cultura Nok (actual Nigeria).
El
desierto del Sahara y las dificultades del curso superior del Nilo supusieron dos formidables barreras geográficas que provocaron una discontinuidad cultural muy importante entre el Norte de África y el África Subsahariana. No obstante, fueron lo suficientemente permeables como para permitir el contacto mediante rutas caraveneras con la zona del río Níger y el Golfo de Guinea, y el contacto a través del Mar Rojo con Eritrea y Etiopía, zonas fuertemente vinculadas a la Península Arábiga. El caso especial de Madagascar es consecuencia de la procedencia de la población malagache, relacionada a través del Océano Índico con otras poblaciones malayo-polinesias.

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