viernes, 19 de junio de 2009

edad comtemporanea




Edad Contemporánea es el nombre con el que se designa el periodo histórico comprendido entre la Revolución francesa y la actualidad. Comprende un total de 220 años, entre 1789 y el presente. La humanidad experimentó una transición demográfica, concluida para las sociedades más avanzadas (el llamado primer mundo) y aún en curso para la mayor parte (los países subdesarrollados y los recientemente industrializados), que ha llevado su crecimiento más allá de los límites que le imponía históricamente la naturaleza, consiguiendo la generalización del consumo de todo tipo de productos, servicios y recursos naturales que han elevado para una gran parte de los seres humanos su nivel de vida de una forma antes insospechada, pero que han agudizado las desigualdades sociales y espaciales y dejan planteando para el futuro próximo graves incertidumbres medioambientales.
Los acontecimientos de esta época se han visto marcados por transformaciones aceleradas en la economía, la sociedad y la tecnología que han merecido el nombre de Revolución Industrial, al tiempo que se destruía la sociedad preindustrial y se construía una sociedad de clases presidida por una burguesía que contempló el declive de sus antagonistas tradicionales: los privilegiados y el nacimiento y desarrollo de uno nuevo: el movimiento obrero, en nombre del cual se plantearon distintas alternativas al capitalismo. Más espectaculares fueron incluso las transformaciones políticas e ideológicas (Revolución liberal, nacionalismo, totalitarismos); así como las mutaciones del mapa político mundial y las mayores guerras conocidas por la humanidad.
La ciencia y la cultura entran en un periodo de extraordinario desarrollo y fecundidad; mientras que el arte y la literatura, liberados por el romanticismo de las sujecciones académicas y abiertos a un público y un mercado cada vez más amplios; se han visto sometidos al impacto de los nuevos medios de comunicación de masas, escritos y audiovisuales, lo que les provocó una verdadera crisis de identidad que comienza con el impresionismo y las vanguardias y aún no se ha superado




La era de la Revolución (1776-1848)
En los años finales del siglo XVIII y los primeros del siglo XIX se derrumba el
Antiguo Régimen de una forma que fue percibida por los contemporáneos como una aceleración del ritmo temporal de la historia, que trajo cambios trascendentales conseguidos tras vencer de forma violenta la oposición de las fuerzas interesadas en mantener el pasado: todos ellos requisitos para poder hablar de una Revolución, y de lo que para Eric Hobsbawm es La Era de la Revolución.[2] Suele hablarse de tres planos en el mismo proceso revolucionario: el económico, caracterizado por el triunfo del capitalismo industrial que supera la fase mercantilista y acaba con el predominio del sector primario (Revolución Industrial); el social, caracterizado por el triunfo de la burguesía y su concepto de sociedad de clases basada en el mérito y la ética del trabajo, frente a la sociedad estamental dominada por los privilegiados desde el nacimiento (Revolución burguesa); y el político e ideológico, por el que se sustituyen las monarquías absolutas por sistemas representativos, con constituciones, parlamentos y división de poderes, justificados por la ideología liberal (Revolución liberal).



Maquinismo e industrialismo
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Revolución Industrial


Coalbrookdale de noche (Philipp Jakob Loutherbourg, 1801). La actividad incesante y la multiplicación de las nuevas instalaciones industriales, y sus repercusiones en todos los ámbitos, transformaron irreversiblemente la naturaleza y la sociedad.


Máquina de hilados en una fábrica francesa del siglo XIX. La difusión tecnológica permitió la extensión de la Revolución Industrial, primero a Europa Noroccidental y después, en lo que se denominó Segunda revolución industrial, a los actuales países desarrollados (especialmente Alemania, Rusia, Estados Unidos y Japón). A finales del siglo XX, los NIC o nuevos países industrializados (especialmente China) iniciaron un rápido crecimiento industrial.
Uno de los pilares de la sociedad contemporánea, en relación a todos los períodos históricos precedentes, es el proceso de industrialización acelerada que se vivió desde la
Revolución Industrial en adelante. Esta se vivió en fechas distintas según el lugar y las influencias: segunda mitad del siglo XVIII (Inglaterra, cuna de la Revolución Industrial), primera mitad del XIX (Europa), segunda mitad del XIX (Estados Unidos, Rusia y Latinoamérica), primera mitad del XX (Japón), segunda mitad del XX (naciones africanas).
Con anterioridad, las sociedades agrarias que habían devenido en mercantiles gracias al intercambio comercial, seguían elaborando productos de manera artesanal, y por lo tanto, con bajas cuotas y altos costes de producción. La maquinización de muchos procesos que hasta entonces habían sido efectuados manualmente, permitió la elaboración de éstos
en serie, lo que trajo varias consecuencias. En primer lugar, los costos de producción disminuyeron ostensiblemente, en parte porque al fabricarse de manera más rápida se invertía menos tiempo en su elaboración, y en parte porque las propias materias primas, al ser también explotadas por medios industriales, bajaron su coste. En segundo lugar, se produjo la estandarización de la producción, de modo que los pocos productos antiguos y exclusivos fueron reemplazados por muchos productos nuevos, pero todos iguales unos a otros. En tercer lugar, las sociedades industrializadas pudieron prescindir de mano de obra cualificada, contratando a obreros menos preparados y despidiendo a vastas cantidades de ellos, con el consiguiente problema social que implicaban las crecientes masas de desocupados y parados, la precarización del empleo, y la brutal desigualdad entre bajos salarios y altas exigencias laborales. En cuarto lugar, la disminución del costo de formar a obreros y artesanos liberó recursos para que sectores crecientes de la población pudieran acceder a una mejor educación, generando así una clase media que, con mayor o menor fortuna, consiguió ser un colchón entre los inmensamente ricos y los inmensamente pobres.
La Revolución Industrial se originó en
Inglaterra. Varios factores influyeron en esto. Por una parte, Inglaterra era uno de los países con mayor disponibilidad de carbón, mineral indispensable para alimentar la máquina de vapor (debido a tener un poder calorífico mayor que la madera, el otro combustible tradicional), que fue el gran motor de la Revolución Industrial temprana. Por otra, la sociedad inglesa había atravesado una serie de guerras civiles en el siglo XVII, que derivaron en el reemplazo del Absolutismo por una monarquía parlamentaria que daba garantías para el emprendimiento individual. Síntoma importante de esto es el enorme desarrollo que en Inglaterra tenía el sistema de patentes industriales. Además, durante el siglo XVIII se construyó Inglaterra un gran imperio colonial que, a pesar de la pérdida de las Trece Colonias, emancipadas en la guerra de 1776 a 1781 (ver independencia de Estados Unidos), tenía a su disposición los riquísimos territorios de la India, entre otros, los cuales eran una fuente importante de materias primas para su industria. De ahí la facilidad con la cual Inglaterra pudo industrializarse, a finales del siglo XVIII.
Ya a finales del
siglo XVII habían experimentos con calderas de vapor, y Thomas Newcomen había desarrollado en 1705 una máquina de vapor que mejoraba el trabajo en las minas. Pero fue en 1782 cuando James Watt incorporó un sistema de retroalimentación en la máquina de Newcomen, volviéndola así mucho más eficiente. El invento de Watt daría la vuelta al globo, y sería el primer salto hacia la industrialización. En paralelo, se desarrollaron nuevas técnicas agrarias, en lo que se denominó la revolución agrícola, y que permitió mejorar el rendimiento agrícola y ganadero; al mismo tiempo, inventos como la lanzadera volante y otros permitieron mecanizar el trabajo textil (revolución textil), poniendo a la industria textil inglesa a la cabeza de la producción mundial de telas.
Estas novedades no siempre fueron bien acogidas por la población. Entre la gente cundió el miedo a que las máquinas algún día reemplazarían por completo el esfuerzo humano, y de esta manera se terminaran las fuentes de
trabajo. El miedo a la cesantía y al paro forzoso llevó a muchos obreros a revolverse, crear disturbios, y arrasar con las industrias que habían incorporado máquinas. Si bien por una parte disminuyeron los puestos de trabajo, la consecuencia más nefasta fue la rebaja en el nivel salarial, y por tanto, se abrieron las puertas a horarios de trabajos infames y al pauperismo.

Revolución Francesa e Imperio Napoleónico [
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Artículo principal:
Revolución Francesa


Muerte de Marat, por Jacques-Louis David. La mayor parte de los personajes de la Revolución Francesa tuvieron trágicos finales.
Francia había apoyado activamente a las Trece Colonias contra su enemigo de siempre, Inglaterra, y había enviado tropas a cargo del Marqués de La Fayette para prestarles apoyo militar. Pero esto le costó caro a la monarquía francesa, y no sólo en términos monetarios. El gobierno de Luis XVI, bienintencionado, pero no demasiado competente, era enormemente impopular, y una serie de crisis económicas llevaron a la monarquía al borde del desastre, mientras que el pueblo y la burguesía pedía, como remedio para los males económicos, que tanto el clero como la nobleza pagaran impuestos, como el resto de los súbditos de la corona francesa. Ante la crisis, Luis XVI convocó a los Estados Generales, pero una vez reunidos, los diputados de la nobleza, el clero y los estamentos no privilegiados (el llamado "Tercer Estado") no pudieron ponerse de acuerdo sobre el sistema de votación (por clase favorecía a la nobleza y al clero, mientras que por diputado favorecía al Tercer Estado). Finalmente, el Tercer Estado se separó para formar su propia Asamblea Nacional. El 14 de julio de 1789, la situación se escapó de todo control cuando el pueblo de París, en un movimiento espontáneo, tomó la fortaleza de La Bastilla, símbolo de la autoridad real. El rey, sorprendido por los acontecimientos, pareció hacerles concesiones a los revolucionarios por un tiempo (éstos no querían, en principio, derrocarle, sino tan solo obligarle a aceptar una constitución), pero luego de un intento de fuga en 1791, fue prácticamente un prisionero de los representantes del Tercer Estado. La Constitución de 1791 tenía forma monárquica, pero en el fondo confería el poder a una Asamblea Legislativa, que gobernó a su amaño contra la nobleza y el clero. En 1792 Francia fue envuelta en guerra contra otras potencias vecinas (Austria y Prusia), decididas a aplastar el movimiento revolucionario antes de que el ejemplo se contagiase a sus territorios. Todo terminó en una degollina generalizada, el llamado Terror, que duró entre 1793 y 1795, y en el cual los restos de la aristocracia y el clero fueron barridos casi por completo (exiliados o ejecutados), así como el rey, para dar paso a un nuevo régimen político, el Directorio (1795-1799).
En medio de estos eventos hizo carrera
Napoleón Bonaparte, un general que ganó popularidad a través de sus victorias en Italia y Egipto. En 1799 se sumó al golpe de estado que derribó al Directorio e instauró el Consulado; en 1804, Napoleón se proclamó Emperador de los franceses (no Emperador de Francia). Aunque finalmente derribado en 1815, Napoleón dejó un extenso legado tras de sí. Consciente de que no podía retomar el Derecho del Antiguo Régimen, pero sumergido en el marasmo de la atropellada y caótica legislación revolucionaria, dio la orden de compendiar todo ese legado jurídico en cuerpos legales manejables. Nació así el Código Civil de Francia o Código Napoleónico, inspiración para todos los demás estados liberales, y que contribuyó a propagar la Revolución en cuanto superestructura jurídica que expresaba la sociedad burguesa-capitalista. A éste código siguió después un Código de Comercio, un Código Penal y un Código de Instrucción Criminal, este último antecedente del derecho procesal moderno. También emprendió una serie de reformas administrativas y tributarias en Francia, que eliminaron muchos privilegios y fueros territoriales a favor de una nación unitaria y centralizada. En su campaña contra los privilegios creó también la Legión de Honor, la más alta distinción del Estado, que reconocía no el privilegio de cuna o la riqueza, sino el mérito personal. De esta manera, el régimen político, jurídico e institucional de Napoleón Bonaparte, inspirado en los ideales revolucionarios de 1789, se transformó en modélico para el mundo.

Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, 26 de agosto de 1789. Con una voluntad universalista e ilustrada, supuso una invitación a la extensión de las ideas revolucionarias a las demás naciones.

Ejecución de Luis XVI, 21 de enero de 1793. La ejecución por su pueblo de un rey que según todo el ideario político de su tiempo, tenía poderes absolutos, causó un impacto enorme, ya con todas las monarquías europeas solidarizaron en guerra contra la Revolución.

Napoleón cruzando los Alpes (Jacques-Louis David, 1801). Hijo de la Revolución, de ideario igualitarista (se dice que ponía en la mochila de cada soldado el bastón de mariscal), plasmó los ideales revolucionarios en una nueva institucionalidad política, administrativa y jurídica.

El tres de mayo de 1808 en Madrid, por Goya. La lucha entre las fuerzas napoleónicas y los defensores del Antiguo Régimen obligó a los pueblos europeos a tomar partido no sólo militar, sino también ideológico, e ingresar así a la Edad Contemporánea.





Independencia de Latinoamérica [
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Artículo principal:
Guerra de Independencia Hispanoamericana


En azul, los territorios independizados, en rojo, los reocupados.
En
América, sometida desde el siglo XVI al dominio colonial español, se había formado durante el XVIII una próspera clase mercantil, que veía con malos ojos los intentos de la metrópoli por mantenerlos sometidos a numerosas trabas administrativas, legales, burocráticas o mercantiles, bien sea por mala fe, bien sea por miedo al poder que los burgueses pudieran desarrollar, bien sea por hacer la guerra económica a otras naciones europeas impidiéndoles comerciar con América, o bien sea por simple inepcia. El caso es que numerosos burgueses americanos, los criollos, buscaban no emanciparse, pero sí cambiar las relaciones entre la metrópoli y las colonias; sólo algunos exaltados operando en la sombra, la mayor parte de ellos agrupados en logias masónicas como la Logia Lautarina, buscaban verdaderamente la independencia.
La oportunidad vino con el cautiverio de
Fernando VII de España, a manos de la invasión napoleónica. Napoleón Bonaparte envió emisarios a América para exigirles su fidelidad, pero los criollos, quizás espoleados por el fracaso de Napoleón en retener la Luisiana (vendida a Estados Unidos en 1803), se negaron a someterse, y para preservar el poder de Fernando VII, se abocaron al movimiento juntista, preservando su poder en Juntas de Gobierno convocadas en cada capital de gobernación o virreinato, pero a un tiempo aprovechando la ocasión para introducir reformas económicas, incluyendo la libertad de comercio o la libertad de vientres. Todo esto fue mal visto por los elementos más fidelistas, quienes hicieron la guerra a los juntistas, a veces abiertamente y por mano militar. Tampoco le agradó este estado de cosas a Fernando VII, quien salió del cautiverio en 1814 y apoyó una serie de acciones militares para abatir a las colonias, cada vez más emancipadas. Los patriotas, ahora resueltos no a obtener beneficios sino a emanciparse derechamente, formaron sendos ejércitos, y en campañas militares de varios años, consiguieron libertar América: José de San Martín invadió Chile desde Argentina (1817), y luego saltó desde ahí al Perú, con el apoyo del gobierno de Bernardo O'Higgins (1822), mientras que Simón Bolívar emprendió una marcha triunfal por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, hasta que uno de sus lugartenientes, el Mariscal José de Sucre, venciendo en la Batalla de Ayacucho (1824), derrotó al último bastión realista. Paralelamente, en México, hubo un movimiento revolucionario propio, que llevó a la proclamación de la independencia por Agustín de Iturbide, quien casi de inmediato se proclamó Emperador de México.
A pesar de los ideales
panamericanos de Simón Bolívar, que aspiraba a reunir a todas las repúblicas, a semejanza de las Trece Colonias, éstas no sólo no se reunieron, sino que siguieron disgregándose. La Gran Colombia duró hasta 1830 y se escindió en Ecuador, Colombia y Venezuela; por su parte Uruguay se independizó de Argentina en 1828; y un intento por crear una Confederación Perú-Boliviana terminó con su derrota militar a manos de las tropas chilenas, en 1839.

El cura Hidalgo, precursor de la independencia de México.

Simón Bolívar, el más decisivo de los libertadores de América.

José de San Martín, desde Argentina ejerció un papel de similar importancia.

Toussaint-Louverture, líder de la revolución haitiana, la única basada en la rebelión de los esclavos



El ciclo militar de 1792 a 1815
Artículo principal:
Guerras Revolucionarias Francesas
Artículo principal:
Guerras Napoleónicas
Desde la
Paz de Utrecht (1714) en adelante, y con la excepción a medias de la Guerra de los Siete Años (1756-1763), Europa entró en un período de baja intensidad bélica, en el cual los monarcas prefirieron mantener el status quo, antes que embarcarse en guerras de aniquilación contra el enemigo. Pero con la Revolución Francesa, los monarcas absolutistas europeos tuvieron buenos motivos para temer por sus tronos, y se coaligaron para invadir Francia. Entre 1792 y 1815, siete coaliciones militares se formaron para conquistar Francia y aplastar los ideales de 1789. Inicialmente Francia se limitó a defenderse, pero episodios como la Batalla de Valmy (1792) prendieron en la conciencia europea, no tanto como incidentes bélicos, sino por su valor como reflejo de la confrontación de dos ideologías, la "revolucionaria" y la "reaccionaria".
El surgimiento de Napoleón Bonaparte agudizó aún más las guerras europeas. Napoleón reflotó el viejo proyecto de Luis XIV, de una Francia imponiéndose sobre todas las otras potencias europeas. En una década de guerras, desde la campaña de Italia (
1796-1797) hasta la formación de la Confederación del Rhin (1806), conquistó todos los pequeños burgos, señoríos y reinos sobrevivientes en Alemania e Italia, y derrotó decisivamente a Austria y Prusia. En 1807 llegó a un acuerdo con Rusia, repartiéndose Europa en dos esferas de influencia. Napoleón intentó destruir a Inglaterra con el bloqueo continental, impidiendo que ésta comerciara con el continente; seguir esta política a ultranza le significó enredarse en una larga guerra contra Portugal y España por un lado, y con Rusia por el otro. Este sobreesfuerzo llevó al desastre de la campaña contra Rusia de 1812, y desde entonces el poder de Napoleón Bonaparte decayó hasta que fue definitivamente derrotado en la Batalla de Waterloo. Aunque Napoleón había sido derrotado, su actuar militar había trastocado todos los equilibrios de poder en Europa, además de haber paseado por ella los ideales nacionalistas inherentes a la Revolución Francesa, y por tanto, las potencias europeas debieron sentarse en la mesa de negociaciones para reconstruir un nuevo orden internacional europeo, que reemplazara al que había funcionado desde la Paz de Westfalia en adelante (1648). El resultado fue el Congreso de Viena.





Explotación industrial y pauperismo


Los comedores de patatas (Vincent van Gogh, 1885. La patata se convirtió en un alimento casi único en muchas zonas, con lo que su ausencia producía espantosas hambrunas, como el hambre de Irlanda de 1845-1849, que además originó una emigración masiva.
La combinación de la
Revolución Industrial con los ideales democráticos de la Revolución Francesa produjeron mortíferos efectos sociales. En su campaña por acabar con los privilegios, los revolucionarios promovieron el principio de libertad contractual, y acabaron con los restos de los gremios, organizaciones sociales del trabajo que databan de la Edad Media. La consecuencia es que los trabajadores perdieron poder negociador, al no ser protegidos jurídicamente los contratos de trabajo, y por ende, el trabajo en sí se hizo mucho más precario. Surgió de esta manera el fantasma del pauperismo, la extrema pobreza. Además, la mejora en la explotación agrícola llevó a que muchos campesinos abandonaran el campo y buscara su futuro en la ciudad, enrolándose en las filas de los obreros, agudizando así la crisis entre unos pocos que empezaron a concentrar los medios de producción, y una vasta mayoría que trabajaba jornadas laborales de 14 o 16 horas diarias, sin descanso semanal, por salarios de hambre y miseria. Estas durísimas condiciones laborales fueron retratadas en varias novelas de la época, como por ejemplo Los miserables de Víctor Hugo, o Oliver Twist de Charles Dickens.
Uno de los efectos colaterales de estos cambios sociales, es el incremento de la emigración. Campesinos arruinados y obreros sin nada que perder, decidieron abandonar
Europa y tentar suerte en otras naciones. Una de las mayores emigraciones nacionales se produjo después de la gran hambruna en Irlanda de 1847, que llevó a numerosos irlandeses a cruzar el Océano Atlántico e instalarse en los Estados Unidos. Algo después, por mencionar otro ejemplo, el agente chileno Vicente Pérez Rosales reclutó a un buen contingente de alemanes para instalarlos en el sur de Chile, en calidad de colonos.
Pero la mayor parte de los obreros no podía, o simplemente no quería, marcharse a tentar suerte en otro lugar. Las grandes revoluciones (la
Revolución de 1830 o la Revolución de 1848) tuvieron un fuerte componente social, en particular en Francia, y los dirigentes defensores de los intereses de los obreros tuvieron destacada participación (si bien, a la larga, la Revolución de 1848 terminó decantándose en el Segundo Imperio de Napoleón III).

Expansión de los Estados Unidos




Mientras tanto, Estados Unidos seguía su propia carrera. En 1803 adquirió la Luisiana y en 1819 la Florida, ampliando así sus fronteras hasta territorios que no estaban bajo dominio de ninguna potencia occidental. Estos nuevos territorios fueron constituidos como estados que ingresaron a la Unión. Se abrió el camino hacia el oeste, y se inició así la épica legendaria del Lejano Oeste. Todos los que carecían de oportunidades en el territorio mismo de Estados Unidos, tenían la posibilidad de probar fortuna en ese "salvaje Oeste", ayudando así a expandir los bordes territoriales de Estados Unidos hasta que a comienzos del siglo XX alcanzó sus fronteras definitivas.


Construcción del Canal de Panamá (1907)
Estados Unidos sufrió aún otro intento de invasión por parte de Europa, cuando los británicos invadieron América e incluso llegaron a quemar
Washington en 1815. Pero después no hubo potencia europea capaz de incorporar a Estados Unidos como colonia. De este modo, el Presidente James Monroe pudo después promulgar su famosa Doctrina Monroe, sintetizada en la frase "América para los americanos", y que promovía el aislamiento continental: ni Estados Unidos intervendría en los asuntos políticos de Europa, ni dejaría que Europa hiciera lo propio en Estados Unidos. Esta doctrina, inicialmente defensiva, devino con el tiempo, por la aparición de la doctrina complementaria del Destino Manifiesto (es el destino de los Estados Unidos llevar la libertad y la democracia al resto de las naciones del globo, según decidido por Dios), en un verdadero "derecho de intervención" sobre América; a esto se lo conoció como el Big Stick Policy o "Gran Garrote", y fue aplicado masivamente por Theodore Roosevelt (Presidente entre 1901 y 1908), especialmente en Panamá (véase Independencia de Panamá y Canal de Panamá).
Al mismo tiempo, Estados Unidos vivió un fuerte proceso de industrialización. Esto llevó a una fuerte dicotomía entre el Norte, mayormente industrial y expansionista, y el Sur, fuertemente agrario y conservador. Estas tensiones llegaron a su punto álgido por el problema de la
esclavitud. En 1861 estalló la Guerra de Secesión, y después de cuatro años de luchas, el Sur fue definitivamente aplastado por el Norte.
También Estados Unidos inició su propio desarrollo cultural, el cual osciló entre la construcción de una épica e identidad nacional (por ejemplo, los escritores
James Fenimore Cooper y El último mohicano o Walt Whitman y Hojas de hierba), y la influencia europea y particularmente anglosajona (por ejemplo, Edgar Allan Poe o Nathaniel Hawthorne). El resultado es una cultura única y peculiar en muchos aspectos, que conjuga la vieja tradición occidental con algunos nuevos valores, procedentes de su condición de "país de frontera".


Latinoamérica en el siglo XIX



Después de su proceso de emancipación (1809-1824), las jóvenes repúblicas de Latinoamérica debieron afrontar la tarea de darse a sí mismas una organización propia, en particular desde el fracaso de los grandes proyectos panamericanos (la Gran Colombia, la Confederación Perú-Boliviana). En lo político, el sello común a éstas dentro de la variedad de desarrollos que asumieron, fue la oscilación entre la inestabilidad política y el autoritarismo. En algunos casos, un poco a imitación del Imperio Napoleónico, se dieron una forma política imperial, como es el caso de Brasil (1822-1888) o de México (1821-1823). En otros, surgieron dictadores que a veces duraron décadas en su cometido, como por ejemplo Juan Martínez de Rozas en Argentina o el Mariscal de Santa Anna en México. Hubo naciones que se enfrascaron en densas guerras civiles que responden a los distintos intereses políticos imperantes, como por ejemplo la guerra entre las provincias y la metropolitana Buenos Aires (federalismo contra centralismo en Argentina), y en menor medida las continuas rebeliones de Concepción contra Santiago de Chile. La mencionada República de Chile se consolidó tempranamente como una república políticamente estable, pero al precio de consolidar bajo Diego Portales un régimen político (la Constitución de 1833) de carácter fuertemente autoritario, calificado de tarde en tarde incluso de monárquico disfrazado. El fermento autoritario llevó también a numerosas guerras de carácter territorial, siendo probablemente las más destacadas, la Guerra del Pacífico (Perú y Bolivia contra Chile) y la Guerra de la Triple Alianza (Brasil, Argentina y Uruguay contra Paraguay).
En
Europa, por su parte, persistía un cierto sentimiento de nostalgia por el pasado colonial de Latinoamérica, y aún hubo algún conato de construir imperios europeos en la región. Así, en 1865, España tentó una invasión contra Chile y Perú, mientras que en la misma década, en 1864, y a pretexto de pagarse la deuda externa de México, dicha nación fue invadida por Francia, nación que intentó incluso crearse un Emperador títere en la figura de Maximiliano de Austria (1864-1867). Estados Unidos se opuso firmemente a estas intervenciones europeas en América, adoptando como principio el aislamiento continental implícito en la Doctrina Monroe, pero éste derivó pronto en el autoarrogado derecho de intervención, bien visible en el apoyo que Theodore Roosevelt otorgó a Panamá para su independencia de Colombia.
En lo social, Latinoamérica intentó ponerse tan rápido como pudo a la par de las sociedades europeas. Así, la poderosa oligarquía mercantil intentó llevar a cabo una profunda industrialización de la sociedad. En esta labor intervinieron profundamente los capitales procedentes de Europa. El resultado fue, por una parte, el progreso de las repúblicas, pero por la otra, la importación de los problemas sociales que el industrialismo había ocasionado en Europa, creando también en Latinoamérica una cuestión social, agudizada por los problemas derivados de la multietnicidad latinoamericana, con sus elementos poblacionales de raigambre europea, indígena y africana.
En
México, las fuertes tensiones entre una oligarquía positivista (bajo Porfirio Díaz) y una amplia base campesina desprotegida llevaron finalmente a la Revolución Mexicana (1910 - 1920), en la que líderes campesinos como Emiliano Zapata y Pancho Villa se rebelaron y pusieron en jaque al viejo orden. En medio de este proceso se promulgó la Constitución de 1917, que fue pionera entre los documentos de su tipo en el mundo, por incorporar en su articulado diversas garantías sociales para la población. De todos modos, el reestablecimiento de la paz social fue dificultoso, y la nueva institucionalidad sólo puede considerarse establecida y consolidada bajo la Presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940).

Juan Manuel de Rosas, principal dirigente de la Confederación Argentina(1835-1852).






Diego Portales, ministro de José Joaquín Prieto (presidente de Chile, 1831-1841).


Benito Juárez, presidente de México, de tendencia radical

Porfirio Díaz, presidente de México, representante de las dictaduras de orden y progreso


El surgimiento de la sociedad de masas
La sociedad de masas


Un grupo de trabajadores en una fotografía rotulada: Mediodía ante la cantina, leyendo The Hog Island News (Filadelfia, Estados Unidos, 1918)
El
siglo XIX, como producto de la industrialización, vio el surgimiento de la moderna sociedad de masas, como oposición a la vieja división entre una reducida élite aristocrática y la gran masa del bajo pueblo. Esto ocurrió porque los costos de producción de las mercancías bajaron, quedando la producción a disposición de nuevos actores sociales, la clase media, con nuevos medios económicos provenientes de las profesiones liberales, y que por ende pudieron ascender socialmente. Nuevos inventos, como el envasado de comida en latas (desarrollado inicialmente para el ejército napoleónico), permitieron que las nuevas clases sociales accedieran a nuevas fuentes de alimentación.
A esto contribuyó la implantación, a lo largo del siglo XIX, del sistema de
educación primaria obligatoria, que tendió a reducir drásticamente las tasas de analfabetismo en Europa (si bien no a erradicarlo). La mayor cantidad de público lector incentivó el desarrollo de la prensa escrita, incluyendo fenómenos tales como la prensa amarilla. Los modernos métodos de impresión, por su parte, permitieron aumentar la producción de libros. A inicios del siglo XIX, el libro de poemas El corsario de Lord Byron se transformó en el primer libro en la historia con un tiraje inicial superior a los 10.000 ejemplares. También se desarrolló una nueva forma de literatura popular, el folletín, híbrido entre la prensa escrita y la antigua novela, que se publicaba por entregas en los diarios. A través del folletín fueron dadas a conocer obras como Los misterios de París de Eugene Sue, Los tres mosqueteros y El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas, Los miserables de Víctor Hugo o David Copperfield y Oliver Twist de Charles Dickens. A finales del siglo, por iniciativa del mencionado Víctor Hugo, surgieron los primeros convenios internacionales sobre derecho de autor.
Todos estos nuevos sucesos, por supuesto, abarcaban tan solo a la sociedad europea, y en medida más reducida a la de América. En el resto del mundo, sometido al dominio colonial europeo, las nuevas condiciones de vida alcanzaban tan solo a la clase social europea, mientras que los nativos proseguían viviendo el magro estilo de vida que habían heredado desde antaño.

El rol de la mujer


Una mujer fabricando munición durante la Primera Guerra Mundial
Durante el siglo XIX, la mujer siguió ocupando un rol social de segunda fila, y persistió su papel como moneda de cambio, por vía de matrimonio, entre diversos patrimonios familiares vinculados a los grandes capitales. Ya a finales del siglo XVIII hubo mujeres que propugnaban la
emancipación femenina, como por ejemplo la inglesa Mary Wollstonecraft, o la revolucionaria francesa Olimpia de Gougues, que propugnó una Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana como complemento a la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. Pero fueron casos aislados, y en todo caso intensamente combatidos; la hija de la mencionada Mary Wollstonecraft, Mary Shelley (autora de Frankenstein, por ejemplo, tuvo que escapar de Inglaterra para poder vivir su romance con Percy Shelley. Incluso ya entrando el siglo XX, defensores de los derechos de la mujer como Bertrand Russell fueron ácidamente criticados por sus posturas.
A finales del siglo XIX, surgió un intenso movimiento social a favor de las mujeres, que encontró su bandera en la conquista del
derecho a voto. Este movimiento fue el de las sufragistas, y empezaron a conquistar varios éxitos a partir de 1902, fecha en la que se admitió el derecho a voto femenino en Nueva Zelanda, y luego en otras naciones de la Tierra. Sin embargo, habría que esperar hasta la Primera Guerra Mundial para que el movimiento de emancipación femenina cobrara verdadera fuerza.

La crisis de los treinta años (1914-1945)

No parece muy exagerada tal denominación, debida al historiador
Arno Mayer,[16] para tres décadas que incluyen las dos guerras mundiales y el convulso período de entreguerras, con la descomposición de los Imperios Austrohúngaro, Turco y Ruso; la agudización de las tensiones sociales que llevaron a revoluciones como la Mexicana, la Rusa y la llamada Revolución Española simultánea a la Guerra Civil; la crisis del sistema capitalista manifiesta desde el Jueves Negro de 1929; y el surgimiento de los fascismos y sistemas políticos autoritarios; al tiempo que se desarrollan los primeros Estados Sociales de Derecho, como la República de Weimar, prácticas de pacto social como los Acuerdos Matignon y se aplican las teorías económicas de John Maynard Keynes (divergentes del liberalismo clásico) en los programas intervencionistas del New Deal de Franklin Delano Roosevelt.


Las Guerras Mundiales
Escalada de la tensión internacional

Napoleón III, derrotado tras la batalla de Sedán, se entrevista con Otto von Bismarck (1870).
El fin de la
Guerra Franco-Prusiana, en 1871, inició una realineación de las fuerzas políticas en Europa. Inglaterra y Francia, enemigos decididos desde la época napoleónica, habían unido fuerzas, en particular desde el final de la Guerra de Crimea en 1856, para sostener al Imperio Otomano e impedir la salida de Rusia al Mar Mediterráneo. Para contrarrestar esto y evitar un revanchismo francés, Otto von Bismarck, el Canciller de Alemania, tendió lazos con el Imperio Austrohúngaro, al que había derrotado en 1866. Cuando Italia ingresó a la alianza en 1881, nació la llamada Triple Alianza. Bismarck intentó romper la alianza de Inglaterra y Francia, pero esto sólo consiguió un rechazo por parte de Inglaterra, y el acercamiento de Francia a su antiguo enemigo, Rusia, conformándose así la Triple Entente o Entente Cordiale. Así, en 1893 se habían configurado los bandos que después tomarían parte en la Primera Guerra Mundial.
A su vez, los imperios coloniales habían alcanzado su máxima expansión, y ya no habían nuevas tierras por conquistar o anexarse. Por lo que cualquier intento por imponerse a los rivales europeos, pasaba por aplastarlos en una guerra total. Entre 1871 y
1914, con la excepción de los Balcanes, Europa vivió en paz, pero que era conocida, y no por nada, como la paz armada. Se inició también una veloz carrera armamentista, en la cual crecieron los ejércitos, se desarrollaron nuevos inventos (la ametralladora, el alambre de púa o los gases tóxicos), que harían una guerra futura bien diferente, y mucho más demoledora, que las Guerras Napoleónicas a las que los generales europeos estaban acostumbrados a jugar en sus cuartos de estrategia.[17] El resultado sería la gran guerra general de 1914 a 1918, que haría saltar para siempre al viejo orden del Congreso de Viena.
La Primera Guerra Mundial y sus consecuencias Artículo principal: Primera Guerra Mundial


Puesto de ametralladora británico, con los soldados protegidos por máscaras de gas, durante la batalla del Somme (julio de 1916). Las innovaciones técnicas y la llamada guerra de trincheras fueron características del frente occidental europeo durante este devastador conflicto.
En
1914 un incidente internacional menor, el llamado atentado de Sarajevo, le dio pretexto a Austria para presionar a Serbia, una de las jóvenes repúblicas nacidas sobre las cenizas del cada vez más decrépito Imperio Otomano. El ultimátum de Austria a Serbia puso en marcha la red de alianzas y pactos defensivos, y en pocos días, Europa se vio sumergida en una violenta guerra general. Alemania se jugó la baza del Plan Schlieffen, que implicaba una maniobra de tenazas que acorralara a los franceses como en Sedán, en 1870, después de lo cual podrían volverse para repeler a los rusos. Pero la operación salió mal, se llevaron a cabo maniobras envolventes que resultaron inútiles, y pronto el frente de batalla quedó estacionario en la desgastante guerra de trincheras. En el frente ruso, por su parte, debido a la inepcia de los altos mandos del Zar, los alemanes no tuvieron mayores problemas en controlar el frente, e incluso llegaron a liquidarlo en 1918. Pero era demasiado tarde para ellos, porque a consecuencias de la guerra submarina, Estados Unidos había entrado al conflicto, y con su apoyo, Inglaterra y Francia pudieron quebrar el frente y derrotar a Alemania.
Sobrevino entonces un nuevo orden internacional, nacido del llamado
Tratado de Versalles y otros anexos, firmados en 1919, y que condenaron a la disolución a los imperios centrales (Alemania, Austria, el Imperio Otomano), y que se basó en el principio de soberanía nacional. Se impuso también una durísima indemnización a Alemania, que arrojó a la recientemente creada República de Weimar al caos económico y político. Para garantizar el nuevo orden internacional se creó por primera vez un organismo supranacional, que pretendía limitar la soberanía absoluta de los Estados; era la Sociedad de Naciones, en cuyo seno deberían resolverse los conflictos del futuro sin recurrir a la vía armada. Sin embargo, la exclusión de Alemania y la Unión Soviética, más el rechazo del Congreso de los Estados Unidos a la admisión estadounidense en la Sociedad, la condenó a ser una suerte de "club de amigos" de Inglaterra y Francia, mostrando con el paso del tiempo una dramática inoperancia frente a los sucesos que desembocarían en la Segunda Guerra Mundial.
Por su parte, descontento el pueblo ruso contra sus dirigentes, se alzaron en armas y derrocaron al Zar
Nicolás II, reemplazándolo por una república de corte liberal. Sin embargo, el gobierno cayó pronto en el caos, lo que aprovecharon los bolcheviques (comunistas) para hacerse del poder, en la Revolución Rusa (octubre de 1917). El resultado de este proceso fue el derrumbe del régimen de los zares, y el surgimiento en su reemplazo de la Unión Soviética, de clara inspiración tecnocrática, estatista y marxista. Pronto, la Unión Soviética se ofreció al mundo como modelo político alternativo al capitalismo democrático e industrial defendido por los Estados Unidos.


Mahatma Gandhi, líder inspirador de la independencia de la India, fue víctima a su vez de la terrible violencia que la siguió.


El empequeñecimiento de Europa


Mahatma Gandhi, líder inspirador de la independencia de la India, fue víctima a su vez de la terrible violencia que la siguió.
Paralelamente a la Primera Guerra Mundial, el mundo empezó a hacerse más grande. El decrépito
Imperio Manchú fue derrocado en 1911, después de un largo período de guerras civiles, y China cayó en las manos de Sun Yat-Sen, que llevó a cabo un acelerado proceso de modernización en el país. Esta iniciativa occidental chocó a poco con la infiltración de los comunistas quienes, liderados por Mao Tsé Tung, promovieron una guerra civil que llevaría al derrocamiento del régimen occidentalizador, en beneficio de un nuevo Estado comunista: sería la Revolución China de 1949.
Por su parte, en
Japón, el Shogunato Tokugawa había sido derrocado en 1868, y los sucesivos Emperadores que tomaron a su cargo el país, impulsaron una profunda occidentalización. En 1905 los japoneses, menospreciados por ser "no occidentales", infligieron una dura derrota a los rusos, y en 1914 entraron a la Primera Guerra Mundial a favor de la Triple Entente y se apoderaron de varias colonias alemanas en el Pacífico, las cuales retuvieron después del conflicto, cimentando así el nacionalismo imperialista japonés que los arrojaría de cabeza a la Segunda Guerra Mundial.
Entretanto, las ideas de independencia comenzaban a soplar en la
India. Después de la Primera Guerra Mundial, y bajo el liderazgo de Mahatma Gandhi, y su movimiento de resistencia no violenta, los nacionalistas de la India se hicieron cada vez más fuertes. Después de la Masacre de Amritsar (1919), los británicos se vieron obligados a iniciar un lento proceso de negociaciones, que culminaría en su independencia.
Estados Unidos, por su parte, emergió como la gran superpotencia mundial después de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, cuando Woodrow Wilson pidió al Congreso de los Estados Unidos que aprobara el ingreso de la nación a la Sociedad de Naciones, éste se opuso, basándose en la vieja (y a esas alturas periclitada) política de aislamiento continental. Tendrían que hacerlo después, y por la fuerza, durante la Segunda Guerra Mundial.
De este modo, la adopción por parte de potencias no europeas, de aquellas ideas y principios (y tecnologías) propios de Europa, llevaron a la paradoja de que la mismísima Europa se redujo, en cuanto a tamaño e importancia, en el concierto mundial, y en adelante debería conformarse con ser un actor más, en un escenario político que de pronto se había hecho enormemente más vasto
Primera Guerra Mundial
Primera Guerra Mundial

Verde oscuro: Aliados.
Verde Claro: Colonias y territorios Ocupados por los aliados.
Naranja: Imperios Centrales.
Naranja Claro: Colonias y territorios Ocupados por los Imperios Centrales.
Gris: Paises y Territorios Neutrales.
Fecha
28 de julio de 1914 - 11 de noviembre de 1918 (alto el fuego)
Lugar
Europa, África y Medio Oriente (brevemente en China y las islas del Océano Pacífico)
Resultado
Victoria aliada
Casus belli
Asesinato del archiduque
Francisco Fernando de Austria (28 de junio) seguido por una declaración de guerra austríaca a Serbia (28 de julio) y la movilización rusa contra Austria-Hungría (29 de julio).
Cambios territoriales
Disolución de los
Imperios Alemán, Austrohúngaro, Otomano y Ruso.
Beligerantes
Potencias Centrales:Imperio Austrohúngaro,Bulgaria(Desde 1915),Imperio Alemán,Imperio Otomano(Desde 1915)
Aliados:Francia,Bélgica,Gran Bretaña,Canadá,India Británica,Nueva Zelanda,Sudáfrica,Australia,Terranova,Italia(Desde 1915),Imperio ruso(Hasta 1917),Estados Unidos(Desde 1917),Serbia,MontenegroJapón,Rumania,Grecia,Portugal
Comandantes
Francisco José I,Franz Conrad von Hötzendorf,Guillermo II de Alemania,Erich von Falkenhayn,Paul von Hindenburg,Reinhard Scheer,Erich Ludendorff,Mehmed V,İsmail Enver,Mustafa Kemal Atatürk,Fernando I de Bulgaria
Nicolás II de Rusia,Alexéi Alexéievich Brusílov,Philippe Pétain,Georges Clemenceau,Joseph Joffre,Ferdinand Foch,Robert Nivelle,Józef PiłsudskiHerbert Henry Asquith,Douglas Haig,John Jellicoe,Víctor Manuel III,Luigi Cadorna,Armando Diaz,Woodrow Wilson,John J. Pershing
Bajas
Soldadosmuertos: 4.386.000heridos: 8.388.000desaparecidos: 3.629.000
[1]
Soldadosmuertos: 5.520.000heridos: 12.831.000desaparecidos: 4.121.000
[1]
La Primera Guerra Mundial fue un
conflicto armado que tuvo lugar entre 1914 y 1918,[2] y que produjo más de 10 millones de bajas.[3] Más de 60 millones de soldados europeos fueron movilizados desde 1914 hasta 1918.[4] [5] Originado en Europa por la rivalidad entre las potencias imperialistas, se transformó en el primero en cubrir más de la mitad del planeta. Fue en su momento el conflicto más sangriento de la historia. Antes de la Segunda Guerra Mundial, esta guerra solía llamarse la Gran Guerra o la Guerra de Guerras.
A finales del
siglo XIX, Inglaterra dominaba el mundo tecnológico, financiero, económico y sobre todo político. Alemania y Estados Unidos le disputaban el predominio industrial y comercial. Durante la segunda mitad del siglo XIX y los inicios del siglo XX se produjo el reparto de África (a excepción de Liberia y Etiopía) y Asia Meridional, así como el gradual aumento de la presencia europea en China, Estado en franca decadencia.
Estados Unidos y, en menor medida, el
Imperio Ruso controlaban eficientemente sus vastos territorios, unidos por largas líneas férreas (ferrocarril Atlántico-Pacífico y Transiberiano, respectivamente). Inglaterra y Francia, las dos principales potencias coloniales, se enfrentaron en 1898 y 1899 en el denominado incidente de Faschoda, en Sudán, pero el rápido ascenso del Imperio alemán hizo que los dos países se unieran a través de la Entente cordiale. Alemania, que solamente poseía colonias en Camerún, Namibia, África Oriental, algunas islas del Pacífico (Islas Salomón) y enclaves comerciales en China, empezó a pretender más a medida que aumentaba su poderío militar y económico posterior a su unificación en 1871. Una desacertada diplomacia fue aislando al Reich, que sólo podía contar con la alianza incondicional de Austria-Hungría.
Francia deseaba la revancha de la derrota sufrida frente a Prusia en la
Guerra Franco-prusiana de 1870-1871. Mientras París estaba asediada, los príncipes alemanes habían proclamado el Imperio (el llamado Segundo Reich) en el Palacio de Versalles, lo que significó una ofensa para los franceses. La III República perdió Alsacia y Lorena, que pasaron a ser parte del nuevo Reich germánico. Las generaciones francesas de finales del siglo XIX, sobre todo el Ejército, crecieron con la idea de vengar la afrenta recuperando esos territorios. En 1914 sólo hubo un 1% de desertores en el ejército francés, en comparación con el 30% de 1870.
Mientras tanto, los
países de los Balcanes liberados del Imperio Otomano (el «enfermo de Europa») fueron objeto de rivalidad entre las grandes potencias. Turquía, que se hundía lentamente, no poseía en Europa —hacia 1914— más que Estambul, la antigua Constantinopla. Todos los jóvenes países nacidos de su descomposición (Grecia, Bulgaria, Rumania, Serbia, Montenegro y Albania) buscaron expandirse a costa de sus vecinos, lo que llevó a dos conflictos entre 1910 y 1913, conocidos como Guerras Balcánicas.
Impulsados por esta situación, los dos enemigos seculares del Imperio Otomano continuaron su política tradicional de avanzar hacia Estambul y los Estrechos. El
Imperio Austrohúngaro deseaba proseguir su expansión en el valle del Danubio hasta el mar Negro, sometiendo a los pueblos eslavos. El Imperio Ruso, que estaba ligado histórica y culturalmente a los eslavos de los Balcanes, de confesión ortodoxa —ya les había brindado su apoyo en el pasado— contaba con ellos como aliados naturales en su política de acceder a «puertos de aguas calientes». Evidentemente, estas políticas opuestas entre una potencia católica y otra ortodoxa provocaron enfrentamientos.
Como resultado de estas tensiones, se crearon vastos sistemas de alianzas a partir de 1882:
de una parte, Francia, el Imperio Británico y el Imperio ruso (
Triple Entente) y
el Imperio alemán, el Imperio Austrohúngaro e
Italia (Triple Alianza).

La Segunda Guerra Mundial
En los llamados locos veinte, la economía de Estados Unidos fue presa de la especulación bursátil. El resultado fue la Gran Depresión de 1929, que no sólo arruinó a Estados Unidos, sino que también a la mayor parte del mundo. Se generó ahí un caldo de cultivo para el totalitarismo de cualquier clase. El comunismo se hizo popular, pero también vinieron los imitadores de Benito Mussolini, el caudillo que había impuesto el Fascismo en Italia (1922), y cuyo más aventajado discípulo fue Adolfo Hitler.
Apenas llegó al poder en Alemania (
1933), Hitler inició una dura política internacional, que lo llevó a la anexión de varios territorios y repúblicas. Cuando invadió a Polonia, en 1939, Inglaterra y Francia respondieron con la declaración de guerra. Sobrevino entonces una nueva conflagración general, aún más dura que la anterior, y que sólo culminó con la destrucción completa del Tercer Reich y de sus aliados, Italia y Japón. El fin de la guerra significó también la ruina definitiva de las potencias imperialistas europeas, ahora decisivamente superadas por Estados Unidos y la Unión Soviética, pero también marcó el estreno de la bomba atómica, lo que generó un nuevo apocalíptico escenario internacional: era la primera vez en toda la historia universal que el ser humano disponía de la tecnología necesaria para aniquilarse a sí mismo como especie.


Impresionismo y Postimpresionismo
Artículo principal:
Impresionismo
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Postimpresionismo


Impresión, sol naciente, fue el cuadro de Claude Monet que dio nombre al estilo, al recibir la burla de un crítico (1872).
La primera gran vanguardia pictórica es el
Impresionismo. Este movimiento se entronca con el Prerrafaelismo, con la pintura de la Escuela veneciana y con la obra de Constable y Turner,[19] pero aunque con tradición por detrás, su emergencia desató una revolución. En primer lugar, el cambio de foco de los pintores impresionistas, desde el retrato fiel del objeto en sí hacia la captura de la luz y los efectos lumínicos sobre dichos objetos, era todo un golpe a la cátedra que se había practicado desde el más temprano Renacimiento. En segundo lugar, sus cultores, en vez de buscarse un lugar en la academia, se rebelaron decisivamente contra ella, y abolieron para siempre el predominio del academicismo sobre el arte pictórico. En tercer lugar, los impresionistas aprovecharon poderosamente las más modernas tecnologías de la época, incluyendo la fotografía (que utilizaron para captar el movimiento y fijarlo) hasta la moderna pintura en tubos (que les permitió salir a pintar al natural, al aire libre, lejos de la molesta tarea de preparar sus propias pinturas para las telas).
Aunque el Impresionismo como tal tuvo una vida más bien corta (aproximadamente entre
1863 y 1874, fechas de dos importantes exposiciones pictóricas en París), en su secuela los artistas se sintieron libres para rechazar las convenciones académicas, desatando así un conjunto de movimientos laxamente agrupados bajo el nombre de Postimpresionismo. Entre ellos se cuentan Vincent Van Gogh, Henri Matisse, Henri Rousseau y Paul Gauguin, cultores cada uno de un estilo propio y personalista.
Las vanguardias se fueron alejando progresivamente de la intención de los pintores antiguos por captar la realidad tal cual, función en la que la moderna
fotografía los estaba desplazando con celeridad, y fueron desarrollando un arte pictórico cada vez más imaginativo. En 1909, con su cuadro Las señoritas de Aviñón, Pablo Picasso rompió con la perspectiva lineal que los pintores manejaban desde el Renacimiento, y propuso en su lugar la perspectiva múltiple, dando paso al Cubismo. Por su parte, Giorgio de Chirico y su llamada Pintura metafísica fue preparando el camino hacia una nueva manifestación artística, el Surrealismo.


Surrealismo

Puede afirmarse que las vanguardias cristalizaron, de una manera u otra, en torno al
surrealismo, ya que este movimiento sintetizó ideario político, las más modernas ideas intelectuales de la época y vocación vanguardista, y además alcanzó por igual a varios medios artísticos, incluyendo el por entonces naciente cine.
En
1916, en Suiza, mientras Europa se desangraba en la Primera Guerra Mundial, un grupo de artistas liderados por Tristan Tzara desarrollaron el concepto de rebelión total: el Dadaísmo, intento por renegar de todo dogma artístico establecido y de refundar el arte desde cero. El Dadaísmo terminaría fagocitándose a sí mismo porque el renegar de todo dogma se convirtió en sí mismo en un dogma, pero varios adeptos al movimiento dadá se inscribieron después en las filas del Surrealismo.
El surrealismo ("superrealismo" o "sobrerrealismo" en francés) era un intento por ir más allá de la realidad, explorando no sólo el mundo físico, sino también el medio interno del ser humano, aprovechando para ello las teorías sobre el
inconsciente que había desarrollado la Psicología gracias a Sigmund Freud y sus sucesores (a veces en abierta revuelta contra el propio Freud). Y encontró fortuna en la Pintura (Salvador Dalí, por ejemplo) tanto como en la Literatura (André Breton, por ejemplo), así como en el Cine (la película Un perro andaluz, por ejemplo). Los surrealistas también tomaron partido político por la izquierda, lo que fue origen de no pocos cismas y tensiones internos en el grupo.
En general, puede decirse que el Surrealismo expresó en el campo del arte, la voluntad general de construir un nuevo mundo sobre las cenizas de la Primera Guerra Mundial. Por eso, es lógico que su vitalidad terminara por agotarse al estallar la
Segunda Guerra Mundial, aunque su estela pudo seguirse después en autores como Jean Paul Sartre y el Existencialismo, en particular por la vocación militante de estos intelectuales.


El mundo posterior a la Segunda Guerra Mundial
Las superpotencias y el equilibrio del terror



Conferencia de Yalta (febrero de 1945): Stalin, Roosevelt y Churchill, en vísperas de la derrota de Alemania, diseñaron las líneas maestras que regirían el mundo posterior a la guerra incluyendo la división de Europa en zonas de influencia.
Sobre las ruinas de la
Segunda Guerra Mundial, un nuevo orden mundial emergió, en el cual las viejas potencias imperialistas europeas estaban por completo arruinadas; sus vastos imperios eran viejos carcamales políticos que pronto se disolvieron en medio del movimiento de la Descolonización, lo que aumentó el número de actores políticos mundiales desde una cincuentena hasta aproximadamente doscientos, en menos de medio siglo.
Sin embargo, este proceso de descomposición internacional sólo significó un cambio de amos. Tanto los
Estados Unidos como la Unión Soviética habían sobrevivido en buenas condiciones, y ahora estaban en condiciones de luchar frente a frente por la supremacía mundial. Ambos colosos estaban destinados a no entenderse, no sólo por cuestiones de política internacional, sino porque sus propias estructuras sociales y políticas eran diferentes: Estados Unidos era una nación republicana con un sistema electoral democrático y un sistema económico basado en el libre mercado, mientras que la Unión Soviética era un régimen totalitario gobernado por un sistema de partido único y un sistema económico de planificación estatal.


El mundo dividido por la guerra fría en torno a 1959. En rojo la Unión Soviética y sus aliados, en azul los Estados Unidos y los suyos. En verde los territorios coloniales, en vísperas de la descolonización.
Empezó así la
Guerra Fría, en la cual las dos potencias renunciaron a exterminarse mutuamente en una guerra masiva total, y en vez de ello empezaron a socavarse mutuamente en sus respectivas áreas de influencia, interviniendo en conflictos de escala menor, regional o continental. Metafóricamente, cayó un Telón de Acero sobre Europa, y por extensión sobre el mundo, separando a éste en dos esferas de influencia más o menos reconocibles, amén de varias zonas de influencia disputada, y que pronto se transformaron en puntos de fricción internacional. A esta lógica responden conflictos como la independencia de Israel (1948), el bloqueo de Berlín (1949), la Revolución China (1949), la Guerra de Corea (1950-1953), la intervención de la Unión Soviética en Hungría (1956), la invasión anglofranca contra el Canal de Suez (1956), la Revolución Cubana (1959), el desembarco en Bahía Cochinos (1961), la Crisis de los Misiles (1962), la Guerra de los Seis Días (1967), el aplastamiento de la Primavera de Praga (1968), la Guerra de Vietnam (1958-1975), el golpe de estado contra Salvador Allende (1973), la Guerra de Yom Kippur y la subsiguiente crisis energética (1973), la intervención soviética en Afganistán (1979-1986), etcétera. La renuncia al conflicto total derivaba de que la combinación de dos inventos de la Segunda Guerra Mundial, la bomba atómica y el misil balístico, hacían imposible que alguien pudiera sobrevivir a un ataque nuclear de represalia, no sólo por la aniquilación en sentido literal que ambos bandos deberían afrontar bajo el fuego nuclear, sino también porque el levantamiento de polvo del suelo por las explosiones generaría un invierno nuclear que oscurecería la Tierra por semanas o quizás meses, interrumpiendo la fotosíntesis y provocando una gran mortandad entre las especies (incluida la humana). A este panorama se le dio un acrónimo de humor negro: MAD ("loco", en inglés), sigla de Mutually Asegurated Destruction ("Destrucción Mutua Asegurada"). Este nuevo orden internacional recibió también el nombre de "equilibrio del terror".
Exploración del espacio exterior
El desarrollo de la
cohetería en la primera mitad del siglo XX, permitió por primera vez al ser humano enviar más allá de la atmósfera, naves y satélites robóticos primeros, y sondas tripuladas después, empezando así la astronáutica. La exploración del espacio se desenvolvió en el marco de la llamada carrera espacial entre la Unión Soviética y los Estados Unidos; después del derrumbe de la primera, la exploración se ha vuelto una empresa más bien de colaboración internacional entre varias potencias, como lo prueba que la antigua y soviética Estación Espacial MIR haya sido reemplazada por la Estación Espacial Internacional.
De este modo, en 1957 la Unión Soviética pone en órbita el
Sputnik, el primer satélite artificial. Luego, en 1961, le sigue Yuri Gagarin, el primer cosmonauta. La primera mujer será Valentina Tereshkova, en 1963, y el primer caminante espacial será Alexei Leonov en 1965. En 1969, el Apolo XI corona con éxito el primer vuelo tripulado a la Luna. En 1977 empieza la misión Voyager, destinada a explorar el exterior del Sistema Solar. En 1983, por primera vez un artefacto humano, la sonda Pioneer 10, llega hasta la heliopausa, el confín más remoto del sistema solar, y abandona definitivamente éste. En 1990, entra en órbita el Telescopio Espacial Hubble, el primer telescopio ubicado más allá de la atmósfera, y pionero de varios otros satélites que captan ondas electromagnéticas del espacio para su estudio.
La exploración del espacio cambió en muchos aspectos a la Humanidad. La cantidad de información sobre el universo recolectada desde 1957 es muchas veces superior a la compilada en los cuarenta siglos precedentes. Asimismo, numerosas innovaciones científicas desarrolladas para el espacio exterior, encontraron después aplicación tecnológica en la Tierra. Pero lo más importante, crearon conciencia del aislamiento de la Tierra como un cuerpo celeste único en el universo, y la fragilidad de la vida sobre él, potenciando los movimientos ecologistas y conservacionistas.


El mundo bipolar
Guerra Fría
A partir del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, emergió un orden bipolar encabezado por
Estados Unidos (EEUU) y la Unión Soviética (URSS). Ambos buscaban el dominio mundial, pero el temor al arsenal nuclear enemigo los llevo a evitar la confrontación abierta. Por eso, a este período se lo llama la guerra fría.
Esta guerra fría se libró en el resto de los países, tratando de hacerlos caer y mantenerlos dentro de sus esferas de influencia, gracias a regímenes títere de sus intereses. Se intentó crear un nuevo orden mundial tendiente a evitar repetir los horores de las guerras mundiales, y para eso se creó la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945, que en 1948 formuló la Declaración universal de los derechos humanos. Pero la ONU fue relativamente insolvente para contener a los "dos grandes". Estos, por su parte, apoyaron activamente la descolonización, desmantelando los imperios coloniales de Francia, Inglaterra y Alemania, como una manera de intervenir directamente en las nuevas repúblicas. El resultado fueron cruentos golpes de estado y sangrientas guerras étnicas, religiosas o civiles, que azotaron a Africa y Asia durante toda la segunda mitad del siglo XX. Así, al eje "Este-Oeste" (URSS-EEUU) se sumó un eje "Norte Sur" (países ricos y países pobres). A los países más pobres y atrasados se los llamó el Tercer Mundo, por no tener mayor cabida en ninguno de los otros dos mundos, el del capitalismo estadounidense o el del comunismo soviético.
La intensidad de las hostilidades entre Estados Unidos y la Unión Soviética fue escalando hasta que casi llegó a la confrontación atómica total, durante la
crisis de los misiles de 1962. A consecuencia de esto, ambas potencias se abocaron a relaciones más cordiales, surgiendo así la Distensión. En la década de 1980, Estados Unidos se emabrcó en una nueva carrera armamentista. En respuesta, la Unión Soviética buscó reformarse y abrirse en un proceso llamado Perestroika, el cual se salió de control, y llevó al desmantelamiento final de la Unión Soviética y del bloque comunista (1989-1991).
En este período ingresa también
China al club de los poderosos, después de haber sido una potencia atrasada y feudal, en particular desde las reformas de Mao Tsé Tung en adelante (1949). A la vez, Europa deja sus tradicionales guerras intestinas y crean la Comunidad Económica Europea, que andando el tiempo, después del Tratado de Maastrich, se convierte en Unión Europea (1989)


Endurecimiento de la Guerra Fría
Durante la década de 1970, el mundo empezó nuevamente a marchar hacia un ambiente de tensión política. Se produjeron movimientos conservadores en todo el mundo: los telepredicadores de
Estados Unidos, el fortalecimiento del ala conservadora en el Vaticano, el llamado despertar islámico, etcétera.
En
1981 asumió Ronald Reagan como Presidente de los Estados Unidos. Con una política abiertamente agresiva hacia la Unión Soviética, a la que calificó sin ambages como el "imperio del mal", empezó a promover el final de la Guerra Fría mediante, entre otras estrategias, el establecimiento en el espacio exterior de un sistema de intercepción de misiles balísticos, la llamada Iniciativa de Defensa Estratégica, bautizada socarronamente por la prensa como "Star Wars", por parecer tan de ciencia ficción como la película La guerra de las galaxias, en ese entonces de moda

El 11-S y el mundo actual


Perspectiva desde la Estatua de la Libertad hacia las Torres Gemelas del World Trade Center de Nueva York, en el momento del atentado.
Los atentados que llevó a cabo
Al Qaeda (una enigmática red de terrorismo islamista organizada por el millonario saudí Osama Bin Laden) contra las Torres Gemelas el 11 de septiembre de 2001, y la reacción estadounidense posterior, liderada por el presidente George W. Bush (guerra de Afganistán de 2001 y guerra de Irak), evidenciaron la existencia de un nuevo tipo de conflicto global que Samuel Huntington había previamente denominado con el término choque de civilizaciones (en polémica con Francis Fukuyama que había proclamado, en los tiempos de la caída de la Unión Soviética, que la historia tendía ineludiblemente hacia sistemas liberales, y que cuando éstos se conseguían, estábamos ante el Fin de la Historia). Los atentados dejaron en claro la capacidad que el propio sistema occidental (tecnología occidental, sistema económico occidental) permitía a los grupos que la utilizan en su contra; la reacción estadounidense, más allá de su éxito o fracaso relativo, demostró la gigantesca capacidad de respuesta de Estados Unidos y la solidez de su alianza con un gran número de países (OTAN, Japón, gobiernos de los países islámicos denominados moderados -monarquías del Golfo, Marruecos, Jordania, Pakistán-), al tiempo que Rusia y China evitan comprometerse y algunos países del denominado eje del mal efectuaban acercamientos a Occidente (Libia, Siria, Corea del Norte). No obstante, las divisiones existentes en la vasta coalición pro-occidental se expresaron en la diferente actitud de cada uno de los países aliados de Estados Unidos: divergencia entre la opinión pública y los gobiernos, sobre todo en los países musulmanes; resistencia de Francia y Alemania (denominados vieja Europa frente a la nueva Europa de los aliados más firmes de Estados Unidos -los antiguos países comunistas del Este de Europa, la España de José María Aznar y la Italia de Berlusconi-) a implicarse en la guerra de Irak, o la salida de las tropas españolas (tras el atentado del 11 de marzo de 2004 y la inmediata victoria electoral de José Luis Rodríguez Zapatero). Tampoco dentro de los mismos Estados Unidos la posiciones eran unánimes, sobre todo tras no encontrarse las armas de destrucción masiva que se había afirmado que poseía Saddam Husein (hecho que se había aducido como casus belli para el ataque preventivo) y otros escándalos (torturas en la prisión de Abu Ghraib y detención sin plazo ni juicio de los denominados combatientes ilegales en el centro de detención de Guantánamo).
El predominio de los Estados Unidos, única
superpotencia de la escena internacional tras la desaparición de la Unión Soviética, se ve contestado, al menos nominalmente, por las declaraciones en favor de un mundo multipolar en vez de unipolar. En eso suelen coincidir, aunque en muy distintos términos, desde la postura común de la política exterior de la Unión Europea hasta la más agresiva del Irán de Mahmud Ahmadineyad (expresión del islamismo radical) o la Venezuela de Hugo Chávez (y otros líderes hispanoamericanos que en algunos casos reciben la denominación de indigenistas -Evo Morales en Bolivia-).
La
crisis económica de 2008, que surgió como consecuencia del estallido de una burbuja financiera-inmmobiliaria, ha puesto en cuestión las bases del sistema financiero internacional y desatado el temor a una profunda recesión que cuestione la continuidad del sistema capitalista y el propio sistema democrático, identificados ambos en lo que se ha llegado a denominar capitalismo democrático.
El paso del tiempo demostrará si la historiografía del siglo XXI o posterior considerará que la evolución histórica entre la caída de la Unión Soviética y el atentado contra las Torres Gemelas es sólo un nuevo desarrollo de las mismas características propias de toda la Edad Contemporánea, o si se trata de una nueva época completamente distinta que justifica una nueva
periodización de la historia y una renovación metodológica a la hora de tratarla por la historiografía (Historia del mundo actual, Historia del tiempo presente o Historia inmediata).

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